La vacuna contra la polio se ensayó en Lugo y
León sin advertirlo
01/02/2010 - Mar M. Louzao / El Progreso (Lugo)
Uno de los anuncios publicados en El Progreso en mayo de 1963
Las campañas masivas y gratuitas de vacunación contra la poliomielitis que se llevaron a cabo en la década de los 60 en España con la vacuna Sabin —junto con la Salk, una de las dos que se emplearon en la prevención de la enfermedad— se ensayaron en las provincias de Lugo y León antes de extenderlas al resto del país y sin comunicar a la población que se trataba de una experiencia piloto. Ésta es la conclusión a la que llega la investigación coordinada por el profesor de Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca Juan Antonio Rodríguez, en la que también participan las universidades de León y Coimbra.
En el trasfondo de esa campaña piloto —según desvela la investigación— estaba la rivalidad entre dos facciones del gobierno franquista: el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE), dependiente del Ministerio de Trabajo y en manos de los falangistas; y la Dirección General de Sanidad, integrada en el Ministerio de la Gobernación y vinculada a los militares católicos.
Ambos intentaban apropiarse las competencias en materia de sanidad preventiva, en un contexto donde las responsabilidades sanitarias estaban muy dispersas.
En este escenario, y ante el aumento de los casos de poliomielitis —que las vacunaciones parciales anteriores no habían podido atajar—, a finales de 1962 el Seguro Obligatorio de Enfermedad anunció una campaña de vacunación que se anunciaba como gratuita aunque sólo sería así para niños menores de siete años beneficiarios del Seguro Obligatorio. Y no todo el mundo lo era. En esta campaña, programada de enero a junio de 1963, se utilizaría la vacuna Salk, de tres dosis inyectables.
Ante esta iniciativa, la Dirección General de Sanidad reaccionó anunciando, menos de un mes después, otra campaña, —esta vez con la vacuna oral Sabin, que se daba en un azucarillo o una cucharilla— para niños de hasta 7 años. La presentaron como inmediata pero no se desarrollaría hasta noviembre, previo ensayo entre mayo y octubre en León y Lugo. El que sería director de la iniciativa, Florencio Pérez Gallardo, justificó en la memoria la necesidad de esta fase "por cuanto no se habían realizado antes en España trabajos de este tipo". Matizaba, eso sí, que "se trataba de una fase piloto en el sentido administrativo y nunca para el ensayo de la vacuna".
Dudas
Los investigadores, sin embargo, dudan que el ensayo fuese puramente administrativo, pues además de ocultar su carácter experimental a la población —que creía que se trataba de una campaña nacional— tampoco se le comunicó a los médicos que participaron en ella.
Juan Antonio Rodríguez señala que otro argumento que hace pensar en la experiencia piloto es que la administración se hizo de modo diferente en las dos provincias. En León hubo dos fases seguidas, desde mayo a julio, y la vacuna era trivalente, —para los tres tipos de virus en la misma toma— y se distribuyó en dos grupos con distintas concentraciones. En Lugo, se hizo una primera fase, de mayo a junio, y una segunda, de octubre a noviembre; en la primera fase contra el tipo I y en la segunda, contra los tipos II y III.
La vacuna Sabin trivalente había sido probada en Rusia en 1960. En Canadá se había aprobado en 1962 y en Estados Unidos en 1963, explica la investigación.
En la memoria de la campaña piloto, Pérez Gallardo reconoce "que se pretendió con ella extraer una serie de experiencias prácticas de todo orden", que el ensayo "se había hecho en estrecha relación con el laboratorio" y que su interés radicaba en la comparación entre la monovalente de Lugo — sólo hacía referencia a la primera fase lucense— y la trivalente de León. Ésta última se emplearía en abril de 1964 en la segunda fase de la Primera Campaña Nacional, pues en la primera se empleó la monovalente tipo I.
Motivos
Sobre por qué se escogieron estas dos provincias, la memoria de campaña señalaba que se valoraba "la epidemiología, que sus capitales de provincia no fuesen de las más populosas, que tuviesen un clima frío, variedad geográfica y que fuesen limítrofes". Lugo había resultado muy afectada en la epidemia de 1958, pero en general, las dos estaban entre las provincias con menores tasas de incidencia.
Los investigadores Juan Antonio Rodríguez y Jesús Seco creen que más peso debió de tener que en las jefaturas de Sanidad de los dos lugares se encontraban personas afines al Ministerio de la Gobernación en el caso de León; y al director de la campaña, Pérez Gallardo, en el caso de Lugo, cercano a la jefatura provincial lucense.
Según los investigadores, en Lugo se otorgó un papel muy importante a los medios de comunicación —de hecho, las páginas de El Progreso han servido para realizar la investigación—, para concienciar y movilizar a la población. Esta práctica, que no se había llevado a cabo en León, se copiaría luego en las campañas nacionales.
'Microcosmos'
En la provincia se mantuvieron dos campañas paralelas, y desde la jefatura de Sanidad se llegó a escribir al gobernador Civil que el SOE "intentó desacreditar la campaña antipolio del Ministerio de Gobernación con informaciones y con propaganda verbal subrepticia y tendenciosa".
A diferencia de León, en la provincia lucense se diversificaron mucho los puntos de vacunación y se llegó a 48.466 niños en la primera fase y 41.889, en la segunda. Uno de los problemas de la doble campaña era convencer a las familias de que los vacunados con Salk debían repetir con Sabine, indica la investigacion.
Pérez Gallardo le había prometido al secretario general de Sanidad que la operación sería un éxito en cualquier caso y para evitar que el fracaso llegara a conocerse en caso de producirse, la poliomielitis no se nombraba como tal en las comunicaciones que partían de Lugo, sino con su código en la nomenclatura internacional, el 080. Nunca antes se había hecho con ninguna otra enfermedad.
El éxito en la campaña piloto y en la primera campaña nacional —que comenzó como tal en noviembre de 1963— fueron contraproducentes. Los buenos resultados provocaron un exceso de confianza y paulatinamente se redujeron los recursos destinados a la vacunación y la franja de edad de la población objetivo.
En 1975, el investigador Rafael Nájera concluía en un informe que "tras once años de campañas de vacunación, el nivel de poliomielitis en España es inadmisiblemente alto, y su ritmo de descenso muy lento".
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