Por Manuel Rodriguez.
(Reflexión tras una lectura)
Enhorabuena, María. Tu lienzo en forma de retrato de esa década de los 60, Diversidad funcional: Los vientos del pueblo están cambiando. que bien hubiese sido extensible a los 40 y a los 50, describe a la perfección la España pobre y lánguida, en forma de Hospital escuela; Hospital de campaña para “tullidos” y demás parias, donde los pobres recursos, incluso anímico-emocionales eran generados más bien por la gente que trabajaba en esos sitios, en lugar de quienes os exigían “menos cuento y más pasitos” (Léase Vagabundo tras la libertad: Antes se llamaba NODO ahora es legislación engañosa ).
Preciosa la descripción y narración del apoyo y complicidad de esa persona, Rosi, que seguro te transmitió y le correspondiste con esos secretos que afloraban cuando los enfermos alumnos y compañeros tomaban las maletas para tornar a casa; a la de cada uno ; a la de quien vivió la pobreza; de la que no se sale, pero se vuelve a entrar con ganas al saberse abrazado por seres queridos; esos que seguro entrañabas en esos días en que la soledad de ese Hospital escuela obligado y frío te apartaba de esos niños, amigos y compañeros; esos que sin ellos saberlos y por las condiciones del medio, del hambre y del esfuerzo enorme pero malpagado te ataban a ese sitio, lejos de los abrazos de tus padres y hermanos, lejos del cariño que sentías hacia ellos porque una hundida economía, una mísera guerra entre hermanos mal avenidos y un lastimoso quejido prolongado en forma de hambre te ataban a esa cárcel escuela lejos de los tuyos; cerca de nadie; si acaso de esa Rosi que, con seguro excitante angustia por lo prohibido, te hacia llegar el secreto de gente que pensaba distinto y que transmitía ilusiones, esfuerzos, luchas diarias, cambios y muchos proyectos.
El poema de Hernández era el mensaje del cambio, del aperturismo obligado de quien empuja y no se ciñe ni al arado ni al inmovilismo represivo; el tarareo la campaña de publicidad que seguro se impregnaba en los adentros con el debido ritmo, transmitiendo nuevos aires, pariendo nuevos sueños, lejos de esos añejos y duros tiempos; el secreto y la consabida excitación al transmitirlo presagiaba la ilusión y motivación por quienes veían una entreabierta puerta, que seguro dejaría correr esa estela necesaria y sana de mucho oxígeno; oxígeno lleno de proyectos; oxígeno motivante que daba fuerzas; incluso amnesiaba momentos tan solitarios y obligados como los que tú te veías atada a tragar por una distancia física que se traducía en imposibilidad económica; en prohibición a estar con los tuyos, como cualquier compañero, como cualquier ser, como cualquier niño.
Y ahora viene la SGAE. Y ahora viene la política global. Ahora viene el multipartidismo, convertido finalmente en bipartidismo degenerativo, que ilusionó a tantos y tantos porque se hablaban en esos años de libertades, de proyectos, de igualdades, de justicia, compromisos, trabajos dignos, de cooperación y participación, de discriminación positiva, de educación, de respiros….
Ahora la distancia física, María, aunque la misma se hace fácil, se aligera mucho. Ahora esos abrazos podrían darse, casi a diario. Ahora quizás no pasases frío en ese local sombrío; seguro mejor adaptado y cómodo que en esos días; Ahora en la red tendrías posibilidad de escuchar no sólo canciones de Miguel Hernández, Machado, Lorca o todos aquellos grandes poetas de la generación del 27; sino todo lo que se te antojase, mientras esa SGAE y esa Sinde no te tocaran en demasía esas neuronas estresadas de tanta jodida alarma represiva.
Ahora incluso, María, comerías y te nutrirían mejor, pero ¿sabes?…
Ahora no hay tanta libertad como dicen existe porque nos la cambiaron por anabolizantes, por edulcorantes y expertos charlatanes de feria adoctrinados y prisioneros de una tiránica disciplina de partido; verdaderos apologetas de tesis que nunca o raramente son llevadas a la praxis, a la realidad de lo que la gente mama día a día.
Ahora los proyectos no son tales, pues vienen impuestos, dados, no reflexionados ni motivantes. No nos valen porque nos los talan, nos los pisan, nos los hacen inviables. Ahora la justicia, como antes, se compra, tiene precio, aunque bien es cierto que está mejor vestida, más elegante, con menos tiros, con mejores modales.
Ahora el trabajo, aunque mejor remunerado tampoco es halagüeño porque nos engañaron con fiscalizarnos los sueldos a costa de cosas materiales inservibles, consumistas y viciadas de falsa calidad de vida. Ahora con esa droga consumista de nuestros abductores sociales, además nos castigaron con el paro generalizado.
Ahora tampoco existe esa cooperación y participación puesto que los cánones impuestos son todo lo contrario: desafío, competición e insolidaridad pues el premio es trepar, subir, izar a costa de quien no espabile. Impera la ley de “maricón” el último.
Ahora la discriminación continúa y tampoco es positiva; siguen existiendo parias, ciudadanos de segunda, enfermos contagiosos y contagiados por la etiqueta social impuesta. La granjerización prosigue y el polinomio sanidad-bienestar social-educación sigue sin hacer sus deberes para colectivos desfavorecidos. Ese polinomio tiene hermanos ricos, decentes que elitistamente imponen remedios a costa de impuestos generalizados, pero muy eficientes y rentables para ellos.
Ahora se respira, sí. Se respira pero entrecortadamente, por la falta del oxígeno que da la calma social, laboral, política, económica y participativa; esas que están coartadas.
Ahora la distancia física, como te decía se hace fácilmente franqueable, pero, ¿sabes? nos distanciamos en lo personal, en lo empático, en lo vecino y amigo; en lo humano e incluso en lo divino. Esa distancia es bastante más dilatada, temible e insalvable que aquellos malditos kilómetros de carreteras estrechas y desnutridas de cemento, que te negaban estar con los tuyos.
Ahora, probablemente podamos reparar aquel frío intenso que todos más o menos pasamos, cuando Don Maestro era el único habitante en esas frías clases que poseía un brasero en donde calentarse. Ahora el frío es mucho más frío; más severo, más acuciante y aislante: es un frío que te cala, no las carnes sino el alma, que sólo tiene por única testigo la soledad; tu amiga fiel, tu siempre aliada, que no la admiras, ni la quieres ni la pides, pero te busca, te encuentra y te hace suya. A veces impuesta incluso por la “Calle Mayor” de nuestras instituciones, que con el sacrosanto deber del bien social, nos aísla, nos excluye, nos incapacita con falsos rumores, bulos, desprestigios…
Ahora se come bien, generalmente, pero no se saborea, ni se transmite el olor de la leche Marshalliana, ni de esa jícara de chocolate, ni de ese mendrugo de pan, con suerte acompañado de ajo y aceite, y que si los juegos de tantas horas de calle se entrometían y podían al apetito, se le daba un beso “bendito” y podía tirarse. Ahora no se paladea el sabor a hambre; ese tan cruel pero necesario para el aprendizaje correcto del esfuerzo y de la valoración; incluso del enclavamiento de muchas emociones en nuestra memoria recóndita. Ahora se come, pero no se siente. El rito de la mesa y su significado ha pasado a ser un sucedáneo. El rito de la vida misma, del apoyo, solidaridad, calidad de vida, justicia y filosofía misma ha pasado a ¿mejor? vida.
Lo dicho, María, felicidades por el retrato magnífico de esos duros días; pero seguro que por duros la vida te talló tan excelentemente, te hizo una excepcional persona, esculpió en ti lo que algunos valoramos como “buenísima gente”. Como diría el poeta “Nunca medres”.
Enhorabuena por tu calidad humana y ética.
Sigue adelante, “nunca medres”.
Para ti y en la línea de ese sabor aprendíz, aunque sea el de una simple cebolla, va dedicada este precioso poema. Espero (y sé) que te encantará
Fuente: Vagabundo tras la libertad.
Nota: Sí, me ha encantado. Muchísimas gracias a ti Manuel por esa forma tan bonita, directa y siempre honesta de decir las cosas que celebro y comparto. Un emocionado abrazo (María)
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