La discapacidad no es un obstáculo para que 150 alumnos de la UMA dejen a un lado sus limitaciones y acudan cada día a clase para realizar sus sueños gracias a la ayuda de compañeros y profesores
«Ser una persona con discapacidad no quita para tener estudios universitarios». Son palabras de Cristina Moret, una estudiante que no ha visto en su parálisis cerebral una barrera a la hora de estudiar Derecho en la Universidad de Málaga. No puede mover sus piernas, pero esto no es obstáculo para que de aquí a unos años pueda ejercer como abogada o, incluso, como jueza.
La discapacidad no va más allá de la imposibilidad de realizar ciertas tareas. Así lo demuestran a diario unas 230 personas con diversidad funcional que acuden a la UMA como un estudiante más. «Es importante que la gente sepa que esto existe, pero que podemos hacer cosas como los demás», expresa Belén Higueras, alumna de segundo de Periodismo, quien espera que sus estudios le ayuden a escribir un libro para apoyar a personas que, como ella, sufren tetraplejia.
Comunicar y compartir experiencias con los demás es también lo que pretende Eva María Cubero, estudiante de primero de Comunicación Audiovisual cuya ilusión es ser presentadora de radio o televisión. Un sueño que ve compatible con una parálisis cerebral que, desde su nacimiento, afecta a sus extremidades y su habla. «Aunque algunos me miren raro, lo voy a intentar», afirma.
El primer día de clase
Cristina, Belén y Eva María llegaron a la universidad de una forma poco común. Su imposibilidad para andar hizo que entrasen a sus facultades en silla de ruedas, algo que muchas personas aún no se acostumbran a ver. «El primer día parecía que tenía luces porque todo el mundo me miraba», recuerda Belén, quien se vale de una silla motorizada que dirige con la boca. «Poco a poco se fueron acostumbrando a mi presencia y hoy hasta me saludan personas con las que nunca he hablado», añade.
Nerviosismo, miedo, inquietud... Son algunas de las sensaciones que sintió Cristina hace sólo unos meses, cuando salió de su casa para ir por primera vez a la Facultad de Derecho. «Me preocupaba no saber desenvolverme por mí misma porque es un edificio muy grande», asegura. Una inseguridad que esta estudiante demuestra haber superado cuando pasea por su centro con total normalidad en su silla de ruedas.
Compañerismo
El resto de estudiantes tiene mucho que ver para que las personas con discapacidad dejen atrás sus limitaciones y se sientan como un alumno más. «Cuando hablo con mis compañeros desconecto de mi situación y me siento en contacto con la sociedad», declara Belén, quien sólo tiene palabras amables para sus amigos de la facultad. «Son estupendas personas», dice con dulzura.
Convivir con una discapacidad no es fácil a ninguna edad, pero estas estudiantes coinciden en que a medida que pasan los años, las relaciones interpersonales se tornan más sencillas. «La gente es más comprensiva y madura que en el instituto», manifiesta Eva María. «En la universidad hay más compañerismo y aunque al principio pienses que te puedes ver aislada, luego no es así», añade Cristina.
Asimismo, los profesores también influyen en que los alumnos con diversidad funcional no sientan que lo tienen más difícil que el resto para aprobar las distintas asignaturas. «Al final, ellos logran las mismas competencias que sus compañeros, pero a través de distintos caminos», expresa Gemma Rodríguez, técnico del Servicio de Apoyo al Alumnado con Discapacidad de la UMA y un enlace fundamental entre estos estudiantes y el profesorado.
Al principio de cada curso, esta oficina, perteneciente al vicerrectorado de Bienestar Social, se reúne con los docentes que darán clase a los alumnos con discapacidad que así lo soliciten. De esta manera, se valora si es necesario hacer algún tipo de adaptación en el temario o en la forma de evaluación.
«Desde el primer momento, mis profesores mostraron mucho interés y los vi muy sensibilizados con la discapacidad», afirma Belén, quien al igual que Eva María, realiza los exámenes de forma oral. «Son un poco más difíciles porque te pones más nerviosa, pero el curso pasado me fue bien», afirma Belén.
Conocimiento sin límites
Las adecuaciones en la metodología de los profesores resultan fundamentales para que las personas con diversidad funcional puedan demostrar los conocimientos que adquieren en el transcurso de sus estudios. Unas competencias que están a su alcance incluso en carreras tan prácticas como Periodismo o Comunicación Audiovisual.
Por ejemplo, Belén no puede hacer una fotografía, pero sí conoce la parte técnica y artística de cada imagen. Además, los adelantos tecnológicos son fundamentales para superar los obstáculos que se puedan encontrar las personas con discapacidad, como los programas de reconocimiento de voz.
Una muestra de que no existen barreras para que las personas con discapacidad encuentren en la universidad una forma de forjarse su futuro y de relacionarse con personas de su misma edad. «La Universidad me ha devuelto un trocito de vida que me quitaron», expresa Belén
Fuente: Sur.es
«Ser una persona con discapacidad no quita para tener estudios universitarios». Son palabras de Cristina Moret, una estudiante que no ha visto en su parálisis cerebral una barrera a la hora de estudiar Derecho en la Universidad de Málaga. No puede mover sus piernas, pero esto no es obstáculo para que de aquí a unos años pueda ejercer como abogada o, incluso, como jueza.
La discapacidad no va más allá de la imposibilidad de realizar ciertas tareas. Así lo demuestran a diario unas 230 personas con diversidad funcional que acuden a la UMA como un estudiante más. «Es importante que la gente sepa que esto existe, pero que podemos hacer cosas como los demás», expresa Belén Higueras, alumna de segundo de Periodismo, quien espera que sus estudios le ayuden a escribir un libro para apoyar a personas que, como ella, sufren tetraplejia.
Comunicar y compartir experiencias con los demás es también lo que pretende Eva María Cubero, estudiante de primero de Comunicación Audiovisual cuya ilusión es ser presentadora de radio o televisión. Un sueño que ve compatible con una parálisis cerebral que, desde su nacimiento, afecta a sus extremidades y su habla. «Aunque algunos me miren raro, lo voy a intentar», afirma.
El primer día de clase
Cristina, Belén y Eva María llegaron a la universidad de una forma poco común. Su imposibilidad para andar hizo que entrasen a sus facultades en silla de ruedas, algo que muchas personas aún no se acostumbran a ver. «El primer día parecía que tenía luces porque todo el mundo me miraba», recuerda Belén, quien se vale de una silla motorizada que dirige con la boca. «Poco a poco se fueron acostumbrando a mi presencia y hoy hasta me saludan personas con las que nunca he hablado», añade.
Nerviosismo, miedo, inquietud... Son algunas de las sensaciones que sintió Cristina hace sólo unos meses, cuando salió de su casa para ir por primera vez a la Facultad de Derecho. «Me preocupaba no saber desenvolverme por mí misma porque es un edificio muy grande», asegura. Una inseguridad que esta estudiante demuestra haber superado cuando pasea por su centro con total normalidad en su silla de ruedas.
Compañerismo
El resto de estudiantes tiene mucho que ver para que las personas con discapacidad dejen atrás sus limitaciones y se sientan como un alumno más. «Cuando hablo con mis compañeros desconecto de mi situación y me siento en contacto con la sociedad», declara Belén, quien sólo tiene palabras amables para sus amigos de la facultad. «Son estupendas personas», dice con dulzura.
Convivir con una discapacidad no es fácil a ninguna edad, pero estas estudiantes coinciden en que a medida que pasan los años, las relaciones interpersonales se tornan más sencillas. «La gente es más comprensiva y madura que en el instituto», manifiesta Eva María. «En la universidad hay más compañerismo y aunque al principio pienses que te puedes ver aislada, luego no es así», añade Cristina.
Asimismo, los profesores también influyen en que los alumnos con diversidad funcional no sientan que lo tienen más difícil que el resto para aprobar las distintas asignaturas. «Al final, ellos logran las mismas competencias que sus compañeros, pero a través de distintos caminos», expresa Gemma Rodríguez, técnico del Servicio de Apoyo al Alumnado con Discapacidad de la UMA y un enlace fundamental entre estos estudiantes y el profesorado.
Al principio de cada curso, esta oficina, perteneciente al vicerrectorado de Bienestar Social, se reúne con los docentes que darán clase a los alumnos con discapacidad que así lo soliciten. De esta manera, se valora si es necesario hacer algún tipo de adaptación en el temario o en la forma de evaluación.
«Desde el primer momento, mis profesores mostraron mucho interés y los vi muy sensibilizados con la discapacidad», afirma Belén, quien al igual que Eva María, realiza los exámenes de forma oral. «Son un poco más difíciles porque te pones más nerviosa, pero el curso pasado me fue bien», afirma Belén.
Conocimiento sin límites
Las adecuaciones en la metodología de los profesores resultan fundamentales para que las personas con diversidad funcional puedan demostrar los conocimientos que adquieren en el transcurso de sus estudios. Unas competencias que están a su alcance incluso en carreras tan prácticas como Periodismo o Comunicación Audiovisual.
Por ejemplo, Belén no puede hacer una fotografía, pero sí conoce la parte técnica y artística de cada imagen. Además, los adelantos tecnológicos son fundamentales para superar los obstáculos que se puedan encontrar las personas con discapacidad, como los programas de reconocimiento de voz.
Una muestra de que no existen barreras para que las personas con discapacidad encuentren en la universidad una forma de forjarse su futuro y de relacionarse con personas de su misma edad. «La Universidad me ha devuelto un trocito de vida que me quitaron», expresa Belén
Fuente: Sur.es
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