22.07.2008 Es una de las voces clave del activismo por la igualdad de oportunidades ·· Heumann reivindica el derecho de todo individuo a decidir dónde vivir, frente a la tendencia dominante de colocar la minusvalía en residencias
En los primeros años de la década de los 70, la abogada Judith Heumann, a la cabeza de un centenar de activistas por los derechos de las personas con discapacidad, se plantaba con su silla de ruedas en la avenida Madison de Nueva York y detenía el tráfico. Trasladaban el debate sobre la igualdad de oportunidades al gran público y conseguían que el Congreso anulase el veto del presidente Richard Nixon a la Ley de Rehabilitación, que propugnaba el derecho las personas con diversidad funcional de Estados Unidos a no ser discriminadas en el acceso a cualquier programa, actividad o servicio.
Más tarde, Heumann participó junto a otros activistas de la causa, como Ed Roberts, en la fundación en Berkeley del primer centro de "vida independiente", donde la filosofía de base era el derecho del discapacitado a decidir sobre los servicios de apoyo que necesitaba. Entre 1993 y 2001 ejerció como responsable de Educación Especial y Rehabilitación de la Administración Clinton, ha sido consejera del Banco Mundial en temas de discapacidad y en la actualidad dirige las actuaciones en la materia de Washington.
Invitada por la Fundación Iniciativas 21, Heumann transmitió ayer en Santiago la necesidad de emprender ese cambio de mentalidad en el diseño de las políticas sociales. Se trata, explicó, de superar el enfoque dominante, que ha venido observando a la persona con discapacidad como "objeto de atención médica" y "objeto de caridad". En definitiva, de que "no sean las personas sin discapacidad las que decidan por las personas con discapacidad" y de entender, dijo, que el individuo debe decidir por sí mismo dónde vivir o quién le va a asistir.
Es significativo -reflexionó Heumann durante un desayuno con la prensa en el hotel Puerta del Camino- que cuando a la población general se le pregunta si una vez llegados a la vejez quisieran vivir en una residencia o continuar en su casa, la gran mayoría responde que desearía seguir en su hogar. Sin embargo, destacó, la sociedad no está acostumbrada a que la vida de las personas discapacitadas pueda realizarse fuera del modelo institucionalizado de residencias y centros especiales.
Temores profesionales
Más aún, consideró, ciertos sectores, como los trabajadores y responsables de esas mismas instituciones, se enfrentan con recelo a la vida independiente de los discapacitados, por miedo a perder posiciones.
Sobre los costes sociales, la activista norteamericana defendió que las inversiones en discapacidad son, en realidad, gastos que redundan en el beneficio de la sociedad en su conjunto. Recordó el debate que surgió en EEUU cuando las empresas de transportes valoraban introducir elevador en los autobuses públicos para hacerlos accesibles, cuando adaptar los autobuses costaba tanto como ponerles aire acondicionado. En el caso de la educación, manifestó, se ha comprobado que los maestros especializados en discapacidad son también buenos docentes para niños conflictivos o con problemas de otra índole.
EMPLEO El gran hándicap
Heumann aplaudió la convención de la ONU sobre discapacidad, firmada ya por 32 países (entre ellos España y EEUU). Dijo que el acceso al empleo marca la mayor discriminación y defendió que las políticas sociales se hagan desde una visión universal .
Más tarde, Heumann participó junto a otros activistas de la causa, como Ed Roberts, en la fundación en Berkeley del primer centro de "vida independiente", donde la filosofía de base era el derecho del discapacitado a decidir sobre los servicios de apoyo que necesitaba. Entre 1993 y 2001 ejerció como responsable de Educación Especial y Rehabilitación de la Administración Clinton, ha sido consejera del Banco Mundial en temas de discapacidad y en la actualidad dirige las actuaciones en la materia de Washington.
Invitada por la Fundación Iniciativas 21, Heumann transmitió ayer en Santiago la necesidad de emprender ese cambio de mentalidad en el diseño de las políticas sociales. Se trata, explicó, de superar el enfoque dominante, que ha venido observando a la persona con discapacidad como "objeto de atención médica" y "objeto de caridad". En definitiva, de que "no sean las personas sin discapacidad las que decidan por las personas con discapacidad" y de entender, dijo, que el individuo debe decidir por sí mismo dónde vivir o quién le va a asistir.
Es significativo -reflexionó Heumann durante un desayuno con la prensa en el hotel Puerta del Camino- que cuando a la población general se le pregunta si una vez llegados a la vejez quisieran vivir en una residencia o continuar en su casa, la gran mayoría responde que desearía seguir en su hogar. Sin embargo, destacó, la sociedad no está acostumbrada a que la vida de las personas discapacitadas pueda realizarse fuera del modelo institucionalizado de residencias y centros especiales.
Temores profesionales
Más aún, consideró, ciertos sectores, como los trabajadores y responsables de esas mismas instituciones, se enfrentan con recelo a la vida independiente de los discapacitados, por miedo a perder posiciones.
Sobre los costes sociales, la activista norteamericana defendió que las inversiones en discapacidad son, en realidad, gastos que redundan en el beneficio de la sociedad en su conjunto. Recordó el debate que surgió en EEUU cuando las empresas de transportes valoraban introducir elevador en los autobuses públicos para hacerlos accesibles, cuando adaptar los autobuses costaba tanto como ponerles aire acondicionado. En el caso de la educación, manifestó, se ha comprobado que los maestros especializados en discapacidad son también buenos docentes para niños conflictivos o con problemas de otra índole.
EMPLEO El gran hándicap
Heumann aplaudió la convención de la ONU sobre discapacidad, firmada ya por 32 países (entre ellos España y EEUU). Dijo que el acceso al empleo marca la mayor discriminación y defendió que las políticas sociales se hagan desde una visión universal .
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