Me he dormido en la escritura. Me he perdido con la fuerza del alma que a veces encierran mis palabras. Hemos caminado juntas mi alma y yo al ritmo de la milagrosa Galilea despertando del recuerdo, de la memoria, de la ansiedad; irrumpiendo desde el cielo.
No hemos llegado a comprender nada porque no entendemos a este mundo ni mi alma ni yo; ni en enero ni en abril. Es imposible entenderlo
No hace falta ni reir, nos hemos perdido aquí sin salir a la calle, sin necesidad de pintar nada, ni siquiera la orilla del mar, pero tampoco el subsuelo.
Era el mundo de los dos. Pero aun así el futuro sigue siendo de los dos. ¿Quiénes? ¿Qué dos son esos?
Pieza maestra que genera la locura, como siempre a la orilla del mar de algún cuento porque seguimos sin entender a este mundo, porque el mundo seguirá sin entendernos
Quise coronar y sellar cosas que no pudieron ser aunque ya no necesito nada para cubrir tus manos con mi cielo.
Forma parte del alma de mis fantasías llenar mi corazón de vida junto a tus manos, mientras espero tu regreso. Tu siempre seguro regreso.
Bésame y déjame abrazarte para sentirte muy dentro. Ahí sigues a la orilla del rio con tu amor en la siempre cercana distancia que es como un beso mar adentro, mientras mi cuento sin alas aun vuela por la inventada ruta inexistente donde no existen pasiones en las que unir nuestros cuerpos que se abrazan desde el ombligo después de haber convertido la pasión en fuego, sin más remordimiento que la satisfacción de saber que al llegar la noche nos habremos convertido en el alma infantil que nunca llegó de Galilea a ninguna otra capital de ningún reino porque se perdió en el abismo de la locura de tan triste cuento, desconocedor de remordimiento alguno, allá donde no se comprende ni el pasado ni la civilización, cuando la pasión se impone un 14 de febrero para mudarse de planeta un domingo allá donde faltan hasta los colores del cielo, culpables por la ausencia de arcoíris de la cobardía de aquel atrevido empeño que me muere cuando ni siquiera llego a fin de mes esperando, experimentando la maldita función que sale del alma de la interinidad solitaria que se escurre entre mis sueños, mientras despierto y descubro que solo fue un experimento.
Erguido ese sueño, erecto, siempre altanero, orgulloso y arrogante, seguro de saberse dentro, me sigue buscando en la profundidad del tiempo.
No hemos llegado a comprender nada porque no entendemos a este mundo ni mi alma ni yo; ni en enero ni en abril. Es imposible entenderlo
No hace falta ni reir, nos hemos perdido aquí sin salir a la calle, sin necesidad de pintar nada, ni siquiera la orilla del mar, pero tampoco el subsuelo.
Era el mundo de los dos. Pero aun así el futuro sigue siendo de los dos. ¿Quiénes? ¿Qué dos son esos?
Pieza maestra que genera la locura, como siempre a la orilla del mar de algún cuento porque seguimos sin entender a este mundo, porque el mundo seguirá sin entendernos
Quise coronar y sellar cosas que no pudieron ser aunque ya no necesito nada para cubrir tus manos con mi cielo.
Forma parte del alma de mis fantasías llenar mi corazón de vida junto a tus manos, mientras espero tu regreso. Tu siempre seguro regreso.
Bésame y déjame abrazarte para sentirte muy dentro. Ahí sigues a la orilla del rio con tu amor en la siempre cercana distancia que es como un beso mar adentro, mientras mi cuento sin alas aun vuela por la inventada ruta inexistente donde no existen pasiones en las que unir nuestros cuerpos que se abrazan desde el ombligo después de haber convertido la pasión en fuego, sin más remordimiento que la satisfacción de saber que al llegar la noche nos habremos convertido en el alma infantil que nunca llegó de Galilea a ninguna otra capital de ningún reino porque se perdió en el abismo de la locura de tan triste cuento, desconocedor de remordimiento alguno, allá donde no se comprende ni el pasado ni la civilización, cuando la pasión se impone un 14 de febrero para mudarse de planeta un domingo allá donde faltan hasta los colores del cielo, culpables por la ausencia de arcoíris de la cobardía de aquel atrevido empeño que me muere cuando ni siquiera llego a fin de mes esperando, experimentando la maldita función que sale del alma de la interinidad solitaria que se escurre entre mis sueños, mientras despierto y descubro que solo fue un experimento.
Erguido ese sueño, erecto, siempre altanero, orgulloso y arrogante, seguro de saberse dentro, me sigue buscando en la profundidad del tiempo.
Mª Ángeles Sierra
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