Algunas personas no queremos olvidar porque entendemos que recordar y rememorar en algunas ocasiones sirve para reafirmar y fortalecer y en otras, por el contrario, sirve para prevenir y evitar.
Cada uno de nosotros a lo largo del tiempo acabamos siendo el resultado final de nuestras circunstancias, de nuestras experiencias y de nuestras diferentes actitudes frente a ellas, probablemente condicionadas en muchas ocasiones por el entorno que nos envuelve y rodea.
Una de las cosas más difíciles de poner en práctica precisamente porque estamos siendo llevados y en cierto modo dirigidos por esos entornos que nos rodean es el sentido de la coherencia con aquello, que pensamos, aquello en que creemos y nuestra forma final de actuar porque en ocasiones el propio antagonismos de las situaciones nos desequilibra y desmodela. Nos obliga a desmodelarnos, precisamente en aras a esa coherencia, tan difícilmente percibida por algunos, -quizás porque primen más los intereses espurios momentáneos- y tan reclamada por otros como medida de presión; como demostración de que es posible el mantenimiento de equilibrio entre las distintas fuerzas.
Cuando una, llevada de la mano de las circunstancias, de las creencias, de la memoria y de la experiencia, con ánimo de mantener y perseverar en el verdadero sentido de la coherencia, termina precisamente poniendo en juego, por la actitud antagónica a la par que necesaria, la identificación generalizada de esa coherencia porque cree haber percibido que se ha trasladado el verdadero sentido del objetivo primero, quizás el de la identificación de su propia independencia, es cuando empieza el absurdo e innecesario conflicto entre dos necesarias y vitales fuerzas.
En definitiva, es posible que quienes en más de una ocasión hayamos sentido tildadas nuestras actitudes como actitudes de incoherencia, sea quizás porque intentamos preservar el verdadero valor del objetivo y nos estemos aferrando para ello a la fuerza que de la memoria y la experiencia, nos empuja a dibujar un enfoque diferente en la coherencia.
Mª Ángeles Sierra.
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