Os voy a contar la historia de mi amiga Lola y de mi amigo Juan. Puede ser una historia inventada o una historia real. ¿Quién sabe? Dicen que lo real supera muchas veces la ficción. ¿O es al contrario?
Veréis, Lola y Juan son dos personas con la misma diversidad funcional, sólo que Lola tiene un grado mayor de afectación que mi amigo Juan. Además Lola tuvo un desafortunado accidente hace unos 3 años. No fue nada, fue mas el susto que otra cosa o al menos eso creyó ella. La cuestión es que a partir de entonces comenzó a sentir dolores en las lumbares, a sentir sensación de hormigueo por las piernas, esto se agudiza si camina un poco mas de lo normal o si esta parada de pie derecho.
Ambos se conocieron a través de una amiga que los presento vía Internet va para cuatro años. Estuvieron un largo período de tiempo si volver a saber uno del otro, hasta que un buen día Juan decidió saludarla. A partir de ese día se convirtieron en grandes amigos y no dejaban pasar un día sin hablar entre ellos. A pesar de vivir en localidades diferentes y bastante lejanas llegaron a conocerse personalmente y lo pasaban muy bien juntos.
Un buen día se dieron cuenta que entre ellos había nacido un sentimiento y que no era un sentimiento de amistad, sino de algo más. Lo pensaron mucho y lo hablaron mucho ya que ambos sabían que se encontrarían con muchos obstáculos tanto familiares, como sociales, pero a pesar de eso decidieron darse una oportunidad como pareja y luchar juntos contra todos los obstáculos. Pensaba que juntos podrían con todo y contra todos.
Hacían todo lo posible por verse al menos una vez a mes y lo pasaban muy bien juntos, o al menos eso me decía Lola. En su último encuentro fueron a visitar un gran palacio, dicho palacio tenía un servicio de sillas de ruedas para las personas que lo necesitase. Entonces Lola pensó que el palacio era muy grande y que si quería aguantar todo el día sin dolor seria mejor coger una silla. Lo consulto con él y dijo que sí, que él la llevaría sin problemas. Vieron el palacio y estuvieron todo el fin de semana juntos. El día de la despedida ella lo notaba muy raro pero pensaba que era por eso, por la despedida.
Pasan los días y ella lo sigue notando raro, como sin ilusión alguna. Lola le pregunta varias veces pero Juan siempre quita importancia a la cosa y dice que no le pasa nada. Al cabo de unos quince vuelve a insistir y le dice que lo ve muy raro y sin ilusión alguna. Juan pregunta que desde cuando lo ve así, que si es desde su ultimo encuentro. Lola dice que si, que mas o menos es desde entonces. Y por fin se decide a contar lo que le pasa. Le dice que desde que vieron el palacio y la tuvo que llevar en la silla le invade un pensamiento, el pensamiento de que si siempre va a tener que “cargar” con ella. Lola se quedo casi sin aliento, sin saber que pensar ni que decir. Ella llevaba días pensando que le podía pasar, había encontrado miles de cosa pero jamás se le hubiera venido a la cabeza esa. No sabia que decir y lo único que pudo decir fue, que siempre no, pero que habría ocasiones en que si, que si no se veía preparado para eso, se pensara si quería seguir o no con la relación y que luego se lo dijera. Lola ha estado esperando una respuesta durante seis días, al meno esperaba una justificación más convincente, pero se al darse cuenta de que mi amigo Juan no daría la cara, decidió darla ella. Si algo caracteriza a mi gran amiga Lola es su valentía, orgullo y dignidad.
Ahora yo me hago una reflexión: Si entre nosotros nos vemos así porque aun no hemos tomado conciencia de nuestra realidad y valor, nos va a resultar aun mucho más difícil convencer al resto. El primer paso ha de ser de todos y cada uno de nosotros.
Conozco bien a Lola y se que en caso contrario, nunca hubiese pensado así. Ella lleva luchando toda su vida porque en la sociedad no haya ningún tipo de discriminación para que ahora venga un “igual” y la discrimine de esa manera.
Veréis, Lola y Juan son dos personas con la misma diversidad funcional, sólo que Lola tiene un grado mayor de afectación que mi amigo Juan. Además Lola tuvo un desafortunado accidente hace unos 3 años. No fue nada, fue mas el susto que otra cosa o al menos eso creyó ella. La cuestión es que a partir de entonces comenzó a sentir dolores en las lumbares, a sentir sensación de hormigueo por las piernas, esto se agudiza si camina un poco mas de lo normal o si esta parada de pie derecho.
Ambos se conocieron a través de una amiga que los presento vía Internet va para cuatro años. Estuvieron un largo período de tiempo si volver a saber uno del otro, hasta que un buen día Juan decidió saludarla. A partir de ese día se convirtieron en grandes amigos y no dejaban pasar un día sin hablar entre ellos. A pesar de vivir en localidades diferentes y bastante lejanas llegaron a conocerse personalmente y lo pasaban muy bien juntos.
Un buen día se dieron cuenta que entre ellos había nacido un sentimiento y que no era un sentimiento de amistad, sino de algo más. Lo pensaron mucho y lo hablaron mucho ya que ambos sabían que se encontrarían con muchos obstáculos tanto familiares, como sociales, pero a pesar de eso decidieron darse una oportunidad como pareja y luchar juntos contra todos los obstáculos. Pensaba que juntos podrían con todo y contra todos.
Hacían todo lo posible por verse al menos una vez a mes y lo pasaban muy bien juntos, o al menos eso me decía Lola. En su último encuentro fueron a visitar un gran palacio, dicho palacio tenía un servicio de sillas de ruedas para las personas que lo necesitase. Entonces Lola pensó que el palacio era muy grande y que si quería aguantar todo el día sin dolor seria mejor coger una silla. Lo consulto con él y dijo que sí, que él la llevaría sin problemas. Vieron el palacio y estuvieron todo el fin de semana juntos. El día de la despedida ella lo notaba muy raro pero pensaba que era por eso, por la despedida.
Pasan los días y ella lo sigue notando raro, como sin ilusión alguna. Lola le pregunta varias veces pero Juan siempre quita importancia a la cosa y dice que no le pasa nada. Al cabo de unos quince vuelve a insistir y le dice que lo ve muy raro y sin ilusión alguna. Juan pregunta que desde cuando lo ve así, que si es desde su ultimo encuentro. Lola dice que si, que mas o menos es desde entonces. Y por fin se decide a contar lo que le pasa. Le dice que desde que vieron el palacio y la tuvo que llevar en la silla le invade un pensamiento, el pensamiento de que si siempre va a tener que “cargar” con ella. Lola se quedo casi sin aliento, sin saber que pensar ni que decir. Ella llevaba días pensando que le podía pasar, había encontrado miles de cosa pero jamás se le hubiera venido a la cabeza esa. No sabia que decir y lo único que pudo decir fue, que siempre no, pero que habría ocasiones en que si, que si no se veía preparado para eso, se pensara si quería seguir o no con la relación y que luego se lo dijera. Lola ha estado esperando una respuesta durante seis días, al meno esperaba una justificación más convincente, pero se al darse cuenta de que mi amigo Juan no daría la cara, decidió darla ella. Si algo caracteriza a mi gran amiga Lola es su valentía, orgullo y dignidad.
Ahora yo me hago una reflexión: Si entre nosotros nos vemos así porque aun no hemos tomado conciencia de nuestra realidad y valor, nos va a resultar aun mucho más difícil convencer al resto. El primer paso ha de ser de todos y cada uno de nosotros.
Conozco bien a Lola y se que en caso contrario, nunca hubiese pensado así. Ella lleva luchando toda su vida porque en la sociedad no haya ningún tipo de discriminación para que ahora venga un “igual” y la discrimine de esa manera.
3 comentarios:
Quiero comentar que me parece que la carga que le pesa a este amigo tuyo no es la de llevar a tu amiga en silla, sino las toneladas y toneladas de prejuicios, fatalismos, y argumentos discriminadores que su familia y la sociedad le han echado encima sobre las personas con diversidad funcional. Y tan alienado le veo que ni se entera de que ese es su problema y no otro.
Pero claro es más cómodo seguir la pauta y vivir la vida que otros quieren que vivamos que ser seres conscientes y maduros y vivir nuestra vida como cualquier ser humano libre y adulto. Y es que la cobardía y la comodidad “dan calorcillo”, el mismo que se vuelve gélido frío cuando te das cuenta al final de tu vida que no viviste, que tiraste tu vida por la borda de ese oscuro barco llamado miedo.
Por último decir que quien desprecia a un igual, se desprecia a si mismo.
Esta amiga tuya, por lo que cuentas, es una gran mujer que merece un gran hombre.
Llegará.
AL JUAN ESTE LE HA VENIDO GRANDE LA RELACION, ADEMAS QUIEN SABE SI ALGUN DIA A EL TAMBIEN LE TENGAN QUE EMPUJAR O QUIEN SABE SI TENDRAN QUE LIMPIAR EL CULO... Y AHI SEGURO QUE NO HAY NADIE PARA HACERLO... PORQUE ESTARA SOLO. PIENSO QUE NO LA QUERIA TANTO COMO ELLA SUPONIA. O QUE SE ENCONTRABA INCOMODO CON ELLA... VAMOS, UN GILIPOLLAS.
Carlos S. T.
Juan no tiene dos dedos de frente, lo que creo es que le ha entrado tal miedo que ha saltado por donde menos debía haber saltado. Discriminado a una persona con su misma discapacidad y por una tontería como la de necesitar silla en ocasiones muy puntuales y ni se ha parado a pensar que eso mismo le puede suceder a él. Según cuentas Lola tiene la cabeza muy bien amueblada y eso es lo que debió importar a Juan. Lola, si Juan por su miedo no supo ver otra cosa que no fuera la silla es porque es un… Y tú no te mereces un “hombre” como ese
Jero
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