Mi amigo Vicente de Valencia llama coloquialmente "cascaos" a sus colegas de la "diversidad funcional". Habitualmente son socialmente más conocidos como los "discapacitados" o los "minusválidos". Después de haber disfrutado con ell@s en Madrid y en Valencia en la I y II Marcha Por la Visibilidad de la Diversidad Funcional, he comenzado a apreciar la importancia y la enorme profundidad de las demandas de derechos y libertades básicas de los "cascaos". Desde la sabiduría de sus líderes "independentistas", como Patxi de Estepona, exigen el derecho a la dignidad de poder disfrutar de una autonomía y vida independiente.
Con humildad y mucho aprecio, expongo a continuación algunas de las lecciones que he aprendido:
1. La visibilidad y reconocimiento de la diversidad funcional.
La sociedad no suele permitir ni favorecer que las personas con una "diversidad funcional" disfruten y se relacionen con normalidad en los espacios públicos, tal y como lo hacen el resto de personas. ¡Un simple escalón se puede convertir en una tragedia que ayuda al encierro y aislamiento personal!
Hoy se discrimina a estas las personas en numerosas facetas y relaciones cotidianas de la vida. Se las elimina de los espacios públicos y se las recluye espacios privados, al igual que en el pasado se ha discriminado a las mujeres o a otras minorías. Se convierten así en personas socialmente invisibles y devaluadas, al ser identificadas y reducidas a una anomalía o discapacidad. Tan solo adquieren algún protagonismo y visibilidad social cuando se las estigmatiza como un desafortunado grupo de personas carenciales o de enfermos, con necesidad de asistencia o de socorro caritativo.
Un primer paso para conseguir el respeto, el aprecio y la integración social de los "cascaos" es la ruptura con la marginalidad física, sociocultural y política que padecen. Tienen que tener oportunidades de romper las paredes de sus encierros involuntarios y con ello poder salir de sus guetos domésticos para ocupar todos los espacios públicos, los lugares de encuentro social y los lugares de tiempo libre y de trabajo. Hoy el avance político y social de los "cascaos" empieza en la calle, ahí se están dejando oír cuando están ocupan las calles y plazas, las aceras y los parques, y esto es vital para conseguir la visibilidad y la aceptación de las personas con diversidad funcional y su participación activa en sociedad.
2. Accesibilidad, cercanía y ciudad verde.
Gran parte de lo que necesitan y demandan "los cascaos" coincide con el programa verde en el medio urbanizado de ciudades y pueblos: la eliminación de las barreras arquitectónicas en los barrios y zonas urbanas para favorecer cotidianamente la movilidad, el encuentro humano, y el acceso a comercios y servicios de todo tipo.
La posibilidad de desplazarse exige también el fin de la dictadura caótica de los coches que llenan y bloquean las calles, las aceras, los parques y plazas, y que además de afear e imposibilitar el disfrute del paseo y del encuentro social entre calles, edificios y plazas, contaminan con decibelios insoportables y hacen insalubre el aire que respiramos. Es necesario un transporte público con medios específicos adaptados para estos "ciclistas", más zonas peatonales y más espacios verdes. También la calidad de la habitabilidad urbana y de la vida de los "cascaos" necesita mejorarse con más carriles bici ya que las personas que van en sillas de ruedas ¡también son ciclistas!.
Muchas de las exigencias urbanísticas y sociales de accesibilidad y de proximidad en los intercambios ciudadanos son las mismas que exige la sostenibilidad urbana y la urgente lucha contra el cambio climático.
3. ¡Dignidad, autonomía e independencia!
Al igual que los demás seres humanos, "los cascaos" necesitan y exigen el poder tener unas vidas con la máxima autonomía posible para su disfrute, para convivir y relacionarse con los demás, para amar y ser amados, para crear. No quieren ser considerados solo como una carga para las familias o para las instituciones públicas o privadas. Por el contrario, quieren aportar vida, imaginación y trabajo a la sociedad.
Sin embargo, las actuales leyes y políticas públicas tienden a perpetuar los estigmas socioculturales de rechazo y exclusión favoreciendo la dependencia completa de la familia, la extrema medicalización, y con ello la marginación y el aislamiento social. El tinte benéfico de las actuales políticas sociales de vivienda, de inserción laboral, o de enseñanza, son un claro obstáculo a la calidad de vida y a las posibilidades de una vida autónoma e independiente de las personas con diversidad funcional.
4. La economía social del cuidado y la solidaridad.
Una reivindicación fundamental de "los cascaos" es la apuesta por una verdadera economía social basada en el cuidado recíproco y el reconocimiento de la singularidad y dignidad de las personas diferentes. Se trata en realidad de una moral práctica basada en la economía relacional y convivencial, por cierto, algo que históricamente han desarrollado masivamente las mujeres y las culturas femeninas de gratuidad, donación y cuidado de los otros cercanos.
Esta ética convivencial y de lazos comunitarios es primigenia y fundante de las mismas sociedades de seres humanos, y desarrolla los valores de donación y los intercambios de bienes relacionales e inmateriales básicos para una vida digna de ser vivida. Es esta la ética que hoy la reivindican "los cascaos". Esta nueva cultura convivencial a su vez ayuda al fomento de las redes de solidaridad y cohesión social, es decir, el tejido humano tan amenazado por las nuevas formas de desigualdad y de individualismo insolidario y por la creciente descomposición de los lazos comunitarios.
El dar prioridad al cuidado de las personas por encima de los fríos cálculos económicos pone en cuestión la lógica del simple beneficio económico privado. Pero tristemente, hoy parece que sí que hay mucho dinero público para salvar los apuros económicos de la banca, pero en cambio hay muy poco dinero para dignificar la vida de las personas con una necesidad social.
5. El derecho a una vida digna es antes que el derecho a una muerte digna.
Una ignominia y vergüenza pública más: recientemente la publicidad política ha dado un cierto protagonismo y visibilidad a los "cascaos", pero representándolos falsamente como personas que quieren dejar de vivir y desean suicidarse.
Ríos de tinta se han vertido en el debate público sobre la eutanasía y el derecho a una "muerte digna". El mensaje subyacente puede ser bastante hiriente y asimilable a las peligrosas políticas eugenésicas de limpieza social cuando se trata de las personas con diversidad funcional, ya que sugiere que no merece la pena vivir cuando se padecen unas severas limitaciones físicas. En cambio, hay muy poco debate en los medios de comunicación sobre como conseguir una vida digna para estas mismas personas.
Conviene recordar que los primeros valores éticos y derechos han de estar por la defensa de la vida, la dignidad y la salud. Tendremos por tanto que defender a la vez la vida de las personas y también del planeta entero, ya que es su salud y biodiversidad es la primera condición de nuestra propia vida y existencia.
¡Primero vida digna, después muerte digna!
Con humildad y mucho aprecio, expongo a continuación algunas de las lecciones que he aprendido:
1. La visibilidad y reconocimiento de la diversidad funcional.
La sociedad no suele permitir ni favorecer que las personas con una "diversidad funcional" disfruten y se relacionen con normalidad en los espacios públicos, tal y como lo hacen el resto de personas. ¡Un simple escalón se puede convertir en una tragedia que ayuda al encierro y aislamiento personal!
Hoy se discrimina a estas las personas en numerosas facetas y relaciones cotidianas de la vida. Se las elimina de los espacios públicos y se las recluye espacios privados, al igual que en el pasado se ha discriminado a las mujeres o a otras minorías. Se convierten así en personas socialmente invisibles y devaluadas, al ser identificadas y reducidas a una anomalía o discapacidad. Tan solo adquieren algún protagonismo y visibilidad social cuando se las estigmatiza como un desafortunado grupo de personas carenciales o de enfermos, con necesidad de asistencia o de socorro caritativo.
Un primer paso para conseguir el respeto, el aprecio y la integración social de los "cascaos" es la ruptura con la marginalidad física, sociocultural y política que padecen. Tienen que tener oportunidades de romper las paredes de sus encierros involuntarios y con ello poder salir de sus guetos domésticos para ocupar todos los espacios públicos, los lugares de encuentro social y los lugares de tiempo libre y de trabajo. Hoy el avance político y social de los "cascaos" empieza en la calle, ahí se están dejando oír cuando están ocupan las calles y plazas, las aceras y los parques, y esto es vital para conseguir la visibilidad y la aceptación de las personas con diversidad funcional y su participación activa en sociedad.
2. Accesibilidad, cercanía y ciudad verde.
Gran parte de lo que necesitan y demandan "los cascaos" coincide con el programa verde en el medio urbanizado de ciudades y pueblos: la eliminación de las barreras arquitectónicas en los barrios y zonas urbanas para favorecer cotidianamente la movilidad, el encuentro humano, y el acceso a comercios y servicios de todo tipo.
La posibilidad de desplazarse exige también el fin de la dictadura caótica de los coches que llenan y bloquean las calles, las aceras, los parques y plazas, y que además de afear e imposibilitar el disfrute del paseo y del encuentro social entre calles, edificios y plazas, contaminan con decibelios insoportables y hacen insalubre el aire que respiramos. Es necesario un transporte público con medios específicos adaptados para estos "ciclistas", más zonas peatonales y más espacios verdes. También la calidad de la habitabilidad urbana y de la vida de los "cascaos" necesita mejorarse con más carriles bici ya que las personas que van en sillas de ruedas ¡también son ciclistas!.
Muchas de las exigencias urbanísticas y sociales de accesibilidad y de proximidad en los intercambios ciudadanos son las mismas que exige la sostenibilidad urbana y la urgente lucha contra el cambio climático.
3. ¡Dignidad, autonomía e independencia!
Al igual que los demás seres humanos, "los cascaos" necesitan y exigen el poder tener unas vidas con la máxima autonomía posible para su disfrute, para convivir y relacionarse con los demás, para amar y ser amados, para crear. No quieren ser considerados solo como una carga para las familias o para las instituciones públicas o privadas. Por el contrario, quieren aportar vida, imaginación y trabajo a la sociedad.
Sin embargo, las actuales leyes y políticas públicas tienden a perpetuar los estigmas socioculturales de rechazo y exclusión favoreciendo la dependencia completa de la familia, la extrema medicalización, y con ello la marginación y el aislamiento social. El tinte benéfico de las actuales políticas sociales de vivienda, de inserción laboral, o de enseñanza, son un claro obstáculo a la calidad de vida y a las posibilidades de una vida autónoma e independiente de las personas con diversidad funcional.
4. La economía social del cuidado y la solidaridad.
Una reivindicación fundamental de "los cascaos" es la apuesta por una verdadera economía social basada en el cuidado recíproco y el reconocimiento de la singularidad y dignidad de las personas diferentes. Se trata en realidad de una moral práctica basada en la economía relacional y convivencial, por cierto, algo que históricamente han desarrollado masivamente las mujeres y las culturas femeninas de gratuidad, donación y cuidado de los otros cercanos.
Esta ética convivencial y de lazos comunitarios es primigenia y fundante de las mismas sociedades de seres humanos, y desarrolla los valores de donación y los intercambios de bienes relacionales e inmateriales básicos para una vida digna de ser vivida. Es esta la ética que hoy la reivindican "los cascaos". Esta nueva cultura convivencial a su vez ayuda al fomento de las redes de solidaridad y cohesión social, es decir, el tejido humano tan amenazado por las nuevas formas de desigualdad y de individualismo insolidario y por la creciente descomposición de los lazos comunitarios.
El dar prioridad al cuidado de las personas por encima de los fríos cálculos económicos pone en cuestión la lógica del simple beneficio económico privado. Pero tristemente, hoy parece que sí que hay mucho dinero público para salvar los apuros económicos de la banca, pero en cambio hay muy poco dinero para dignificar la vida de las personas con una necesidad social.
5. El derecho a una vida digna es antes que el derecho a una muerte digna.
Una ignominia y vergüenza pública más: recientemente la publicidad política ha dado un cierto protagonismo y visibilidad a los "cascaos", pero representándolos falsamente como personas que quieren dejar de vivir y desean suicidarse.
Ríos de tinta se han vertido en el debate público sobre la eutanasía y el derecho a una "muerte digna". El mensaje subyacente puede ser bastante hiriente y asimilable a las peligrosas políticas eugenésicas de limpieza social cuando se trata de las personas con diversidad funcional, ya que sugiere que no merece la pena vivir cuando se padecen unas severas limitaciones físicas. En cambio, hay muy poco debate en los medios de comunicación sobre como conseguir una vida digna para estas mismas personas.
Conviene recordar que los primeros valores éticos y derechos han de estar por la defensa de la vida, la dignidad y la salud. Tendremos por tanto que defender a la vez la vida de las personas y también del planeta entero, ya que es su salud y biodiversidad es la primera condición de nuestra propia vida y existencia.
¡Primero vida digna, después muerte digna!
David Hammersteísn es Eurodiputado de los Verdes y uno de los pocos políticos cuya forma de pensar y sus práxis es coincidente con quienes defendemos el paradigma social de la vida independiente de las personas con Diversidad Funcional.
Este artículo está extraído del blog de David Hammerstein
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