NO HABRÁ TIRANO EN EL MUNDO QUE LES
PUEDA SILENCIAR
30 de octubre de 1910.
Del ay, al ay, por el ay
parió una madre un poeta.
Con tres heridas viene:
La de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
El poeta de un pueblo llega.
¡Le llaman poeta!
Poeta del pueblo
de ardor y braveza.
Poeta de un tiempo
de odio, de guerra,
miseria y pobreza;
de amores ahogados
en vidas completas.
Tiempos de un tirano
que quitó a su pueblo
la luz de sus manos,
desgarrando el alma
del pueblo cansado.
¡Le llaman poeta!
Poeta de guerra,
rescatando el alma
robada a su tierra.
Miguel se llamaba.
Nació en Orihuela;
cantaba a las cabras
sus dulces poemas,
sus tiempos amargos,
su sueño y su pena.
Contaba los dientes
de su hijo entre rejas.
Soñaba la teta
que mamar pudiera,
sabiendo a cebolla
o a herida herida pequeña
¡Le llaman poeta!
Le llora la historia
después de cien años.
Le llaman los vientos
del pueblo del hombre
que acechó otros tiempos
con los mismos males
que acechan los vientos
de estos temporales,
en los que el rayo que nunca cesa,
sigue creando inmortales.
Cien años después de parirle
llora el pueblo a otro inmortal
que también sufrió la cárcel
por buscar la libertad.
El bueno de Marcelino,
puño en alto y sin doblar,
con un zurrón en la espalda,
va con Miguel a silbar.
Quiso el caprichoso azar,
gran tejedor de la historia
que en cien años y dos grandes.
se fueran un día a encontrar,
reforzando la memoria
que nos quisieron quitar.
El pueblo al que tanto dieron
nunca les olvidará.
El recuerdo de su ejemplo
nadie lo podrá borrar.
Sindicalista y poeta
se van para no marchar.
No habrá tirano en el mundo
que les pueda silenciar.
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